Llegamos hasta el desvío y empezamos a subir la cuesta. Al llegar a Lanjarón, tuvimos un pequeño problema con los frenos... que casi nos obliga a pernoctar en ese lugar. La buena suerte nos acompañó, y al final subimos casi hasta la finca, que por cierto, estaba en una zona bastante elevada. No llegamos hasta la misma finca, pues era noche cerrada ya, y el acceso, estaba algo complicado. Así pues, decidimos pasar la noche en una amplia zona que había en el camino, ideal para aparcar, y en la que cabíamos bien las pocas autocaravanas que subimos.
El resto de autos, nos esperaban ya arriba, pues habían llegado a lo largo de todo el día. Y según nos contaron al día siguiente, también tuvieron sus problemas para poder pasar. Parece que el camino para entrar a la finca estaba demasiado en pendiente para que nuestras autocaravanas, ya entradas en años, pudieran pasar. Pero no tardaron en arreglarlo. Vino uno de los dueños con un tractor pala, y en plena noche ya, hizo otro camino en la parte más alta de la carretera, para que en vez de cuesta arriba, las autos pudiesen entrar bajando. El caso, es que a la mañana siguiente, cuando despertamos, nos pusimos en marcha los que aún estabamos a medio camino. Nos quedaba sólo la última parte, que era la más complicada, pero al final, todos llegamos hasta el lugar de la quedada sin problemas.
Desde luego, las vistas desde el lugar eran preciosas...
Los niños disfrutaron muchísimo también...
Cuando terminamos de acomodarnos, el dueño de la finca, nos comentó que tenía que atar unas cepas que tenía plantadas, y gustosamente (y para pasar la mañana...) nos ofrecimos a ayudarle entre todos. Así que, sin más tardar, nos fuimos tras él y comenzamos a trabajar...
Todos agachando el lomo... y ganándonos la comida... Al terminar, J Montes (que es un cocinero excelente) preparó la carne que habían comprado para la comida, creo que era cabrito o algo así...
Riquísimo nos estuvo.. no dejamos ni las migas... Bueno, pues pasada la hora de la comida y después de reposarla un poco, nos animamos para pasear y hacer algo de ejercicio. Los dueños de la finca, nos comentaron que más arriba de la montaña se encontraba el monasterio budista O.Sel.Ling... y hacía allí nos dirigimos... Como estaba algo retirado, uno de los granadinos (acostumbrado a conducir y manejarse por aquella sierra como Pedro por su casa) sacó su ranchera y se dispuso a subir a todos los que cupiesen para llevarlos hasta la cima y poder ver el monasterio. Total, que subieron dieciocho en el coche (por lo menos...) y yo no sé como llegaron, pero llegaron. Cuando ibamos ya por la mitad del camino, el coche que volvía a recogernos, y nos subimos.
Y aquí fue donde el miedo me atenazó la garganta... el granadino se conocía la sierra como la palma de la mano, sí... pero eso de saltar con el coche de un camino al otro, campo a través... eso fue ya demasiado... esta fue otra de esas ocasiones en las que hay que besar el suelo cuando uno llega... Cuando llegamos arriba, lo único que pudimos ver eran las diferentes esculturas y construcciones de estos monjes, que por su puesto, no se dejaron ver.
Después de pasear un rato por el lugar y ver las diversas figuras y monumentos de esta congregación, decidimos dar la vuelta por donde habíamos venido. Cuando llegamos abajo estabamos reventados, y dedicamos el resto de la tarde en tumbarnos a la bartola y descansar. A la noche, otra vez una buena cena. J Montes de nuevo preparó chuletas de cordero para todos. Y como broche, Borrasca preparó una queimada riquísima, que nos supo a poco, y eso que estaba bastante fuerte... Al terminar todos a dormir, que el día había dado mucho de sí. Y a la día siguiente, pasamos la mañana con tranquilidad, charlando sin parar y haciendo tiempo hasta la hora de comer. Y mientras hablabamos y arreglabamos el mundo, admirabamos el paisaje.
Una belleza difícil de no observar. Nos quedabamos todos embobados mirando al horizonte, y admirando las preciosas vistas, los pueblecitos que asemejaban manchas, dando una nota de color sobre el verde de la vegetación. Y mientras tanto, J Montes se esmeraba, con unas migas que quedaron de escándalo. Cuando terminamos la comida, y con todo el dolor de nuestro corazón, nos pusimos en marcha, de vuelta para casa. Nos daba mucha pena, pues la belleza del lugar nos tenía embobados, pero estabamos muy lejos de Albacete y nos esperaba un largo camino de vuelta.
Y así llegamos al final de este fin de semana en las Alpujarras. Y como siempre digo, nos daba muchísima pena el momento de la llegada, pero había que ir pensando en el siguiente viaje a realizar.